El número
13, a grandes rasgos -y tirando de astrología de manera superficial en Google-,
simboliza cambios, transformación, cambiar de un plano a otro. Ya sabemos lo
que lleva Tony Iommi a sus espaldas, el puto cáncer, y desde aquí
aprovecho para desearle todo lo mejor y una recuperación completa que le
permita darnos caña durante muchos más años de los que lleva dándonos este
placer.
13
también significa regeneración, y esto es lo que ha experimentado Black Sabbath
con este disco. Recuperar –casi, aunque el bateras de Rage Against The Machine
cumple con creces- su formación original y crear un disco que nada tiene que
envidiar a los grandes clásicos de la banda. Tomando un poco de todo lo que ha
sido Black Sabbath durante los años 13 no suena para nada a “más de lo mismo” o
a coletazos de una banda que necesita hacer cagar a la gallina de los huevos de
oro. No, 13 suena exactamente a eso, a Black Sabbath en 2013.
Sin
embargo, como he dicho, este disco se alimenta de la esencia de sobretodo los
primeros discos de Black Sabbath. La oscuridad, la tensión, esa atmósfera que
se respira en el maligno primer disco de la banda. Los riffs de Tony, pesados y
siempre al grano, con Geezer terminando de definir el sonido de los ingleses.
Cuando
escuché el adelanto, God Is Dead?,
Ozzy me recordó bastante a su carrera en solitario, quizá a sus últimos discos
(si no voy mal encaminado) y eso no hizo que mis ganas al disco subiesen. Ya
cuando salga y tenga un rato miraré a ver qué tal, pensaba. Y esto fue lo que
me hizo disfrutarlo aún más. La primera escucha pasó volando y la disfruté como
un niño que recuerda las chucherías de su infancia, en este caso los primeros
discos de Black Sabbath.
Highlights:
- Zeitgeist, mi favorita del disco. La nieta de Planet Caravan sin sonar a autoplagio. Una balada acústica tan bonita como oscura.
- Algunos guiños a su carrera, y Ozzy a la harmónica en Damaged Soul, te ponen a pensar en el primero de los de Birmingham.
- Riffs, riffs. Es Black Sabbath, coño. ¡Riffs!