Páginas

Deja que el amor mande

Cuando algo resulta complicado, difícil de encontrar y escurridizo como una lagartija untada en aceite, siempre pienso que es "difícil como encontrar información profesional sobre Craig Ross". ¿Sabíais que Craig Ross está casado con Goya Toledo? Yo sí, faltaría más. 

Goya Toledo de compras con su novio. Goya Toledo y su novio Craig Ross, radiantes de felicidad. Goya Toledo nos confirma su boda con Craig Ross. Madonna se viste de torera y Goya Toledo se casa con Craig Ross. 

Pero qué demonios. 

Alguien ha hecho muy bien su trabajo de SEO por aquí. No tengo nada en contra de la respetable industria del salseo y el carroñeo, pero joder. Que uno va ilusionado a buscar la carrera discográfica del fiera de Craig Ross y, ya costaba la cosa -porque costaba-, encima de tener que esquivar los "eres el cliente un millón y te regalamos un viaje a marte" y "chicas rubias calientes ardientes por conocerte" de turno y la publicidad de viagra, casinos y armas de fuego, encima se tiene que topar con la vida privada del susodicho. Que no me molesta, eh, pero me sorprende; que no estamos hablando de Rod Stewart. 

En fin, necesitaba soltarlo. Mucha tensión acumulada en la zona de la pituitaria. El caso es que Craig Ross es un guitarrista de puta madre. Así, hablando en plata. Más conocido por ser el escudero de confianza de Lenny Kravitz, con el que no ha hecho más que maravillas,  el de California empezó su carrera en el grupo Broken Homes, con los que grabó tres discos que son mucho más que interesantes. También aparece en Lions, el Zeppeliano disco de los Crowes, y en el debut en solitario de Marc Ford. Además de colaborar con un quién-es-quién de la industria de la música, entre los que encontramos a BB King, Sheryl Crow o Dios, digo, Clapton. Un tipo relevante, vamos. 

La cancioncilla que traigo hoy es una fantástica versión de Let Love Rule en la que, sin más ayuda que dos guitarras y la voz de Kravitz, los dos pelo-afro se marcan un recital espectacular. Y, ya que estamos hablando de Craig Ross, aquí derrocha elegancia, saber estar y pura magia negra.

Salud, y buen fin de semana. 


Fell on Black Days


Mientras suena la versión de Dead Flowers de Townes Van Zandt, durante la escena final de El Gran Lebowski, el Extranjero habla de lo reconfortante que es saber que el Nota aguanta. Es un momento agridulce por la marcha de un personaje muy querido, y aunque descubrimos que la vida sigue girando y cosas buenas y nuevas están en camino, es inevitable sentirse un poco triste. 

Ayer nos dejó Chris Cornell, el que fuera cañón vocal de Soundgarden, Audioslave y su propia carrera en solitario. Su marcha hace inevitable también acordarse de Mother Love Bone, supergrupo con disco homónimo dedicado a la memoria del que fue amigo y el gran y prometedor "y si..." de toda la escena Grunge, Andy Wood.

Chris Cornell me ha acompañado, como a tantos otros, en muchos momentos de la vida. Momentos importantes, momentos que no lo son tanto, pero al final ha sido un actor que, en la tragicomedia que es el crecer y conocerse, ha puesto una nota siempre agradable con su voz. Y es inevitable acordarse de los discos, de las canciones, del mini-infarto al conocer que había producido un disco propio con Timbaland, de cierto grupo en Facebook dedicado a apreciar (adorar) su persona, su figura y sus pectorales...

Una pérdida muy grande.

Y, como en el final de El Gran Lebowski, como en tantas otras películas, se sobrepone el agri al dulce y, aunque la vida siga, merece la pena bajarse de la rueda un momento y recordar a una gran voz que, lamentablemente, se ha apagado para siempre.

Lo que tengas que decir

Izzy Stradlin se me presenta como un tipo curioso. Pese a pasar siempre desapercibido (por decisión propia, o por ser el que menos portadas de la revista People ha protagonizado), pese a ir y venir de algún garaje de Indiana y hacer que nos preguntemos, eventualmente, where's Izzy?, Izzy siempre ha tenido una magnetismo especial y ha sido considerado, aún hoy, como el cerebro del que es uno de los grupos más grandes de la música moderna. Obviamente, esto es perfectamente rebatible, ya que cada uno de los miembros (estoy hablando de la formación original de Guns n' Roses) aportó su grano de arena a un sonido al que pocos se han llegado a acercar, y menos aún han amenazado con destronar. Pero Izzy, siempre ha provocado más simpatizantes que detractores, y no sé por qué.

El caso, es que uno comparte esta simpatía y esta atracción por el de Lafayette sin poder evitarlo. Quizá sea esa imagen despreocupada y "gypsy" que tanto mola, o su amor por los Rolling Stones, por Keef y por Ronnie Wood, o el hecho de que sus discos sean un batido perfecto entre rock and roll con denominación de origen de los Stones, la sensibilidad de Tom Petty y el punk rock de los Damned, qué se yo.

Y, esta semana, On Down the Road me ha tenido absorto. Esta perla de 2002 tiene un no sé qué que qué sé yo que me tiene encandilado. Me resulta complicado rechazar alguno de los discos de Izzy en solitario, pero On Down the Road destaca entre ellos. Sin embargo, la canción que traigo hoy pertenece a 117 Degrees, primer disco de Stradlin como artista en solitario, después de la separación de los Ju Ju Hounds (disco de los cuales, por cierto, escribí unas palabras aquí mismo). La canción es Gotta Say y para mi es una canción especial por varios motivos. A parte del obvio, que es una canción fantástica y muy disfrutable, es una de las pocas que llegué a chapurrear con la guitarra y, hoy mismo, he estado sacándomela con el ukelele.

Gotta Say es una de las canciones bonitas del disco. Aquí, Rick Richards, como siempre, pero aquí más, está pletórico. Es fantástico lo increíblemente bien que le complementa a Izzy el as de los Georgia Satellites. Y es tan sencilla y recuerda tanto a las delicias perdidas del Exile que es irresistible para el oído.

El disco: Izzy Stradlin - 117 Degrees

De Imelda May, del nuevo disco y de una aburrida reflexión



El otro día me topé con Imelda May en Barcelona. Ella estaba en la portada de una revista musical y yo, bueno, fuera de la portada de una revista musical, como es obvio. Parece que los periodistas aún no se han dado cuenta de la incansable y valiosa aportación que estoy haciendo a las artes desde este humilde y desordenado trastero que es este blog. No pasa nada, nadie es perfecto.

Pero volvamos al tema: Imelda May en la portada de una revista, y me crucé con ella. Ahora no sé si lo correcto es decir que me crucé con la revista o con la propia Imelda. Pero el caso es que mis ojos acabaron en ella y, como pasa en las grandes historias que empiezan de formas mil veces mejores, no la reconocí a la primera. Pero me resultaba muy familiar. 

Al final sí, veo más allá de la fotografía y lo leo: Imelda May. Y, como cuando uno se acuerda de casualidad de un amigo perdido de la infancia, se suceden varios momentos a la memoria, como si de diapositivas se tratasen: Johnny's Got a Boom Boom, Mayhem, la fantástica versión en directo de Train Kept A Rollin', decenas de canciones más, y darle las gracias a Dios con lágrimas en los ojos por lo maravillosamente perfecta que es Kentish Town Waltz

Imelda se hizo un lugar en mi corazón desde que me la recomendaron casi de casualidad. Y, de la misma manera, casi de casualidad, es 2017 y me vuelvo a encontrar con ella tres años después del fantástico disco que es Tribal, casi sin reconocerla. Y es que, ya lejos de su imagen de "chica mala" del rockabilly, Imelda aparece con una imagen muy diferente, de la que cualquiera diría que es "más madura". Y no voy a mojarme en ese aspecto porque esa afirmación implicaría varios juicios con los que, bueno... no me apetece implicarme ahora mismo. 

Recuerdo la primera vez que la vi (antes siquiera de escuchar una sola canción suya) que pensé que era una de las mujeres más hermosas que había visto en la vida. Luego ya pensé que era una de las voces más hermosas que había escuchado en la vida y aún hoy lo sigo pensando, y pienso lo mismo aún con ese cambio de imagen radical.

Sin embargo, no puedo evitar tener sentimientos encontrados con todo esto, y con todo esto que estoy escribiendo. Una cantante (y artista como la copa de un pino centenario) publica material nuevo después de varios años. Resulta que, circunstancialmente, ésta publicación va acompañada de un drástico cambio de imagen de la artista, que puede deberse o no a todo el asunto. Y lo que me da a mi por escribir es sobre lo guapa que es o lo guapa que deja de estar. Evidentemente, si me da por escribir sobre el nuevo disco o sobre cualquier otro ya me encargare yo de describir cómo uno es capaz de tocar el cielo cuando escucha la voz de Imelda. También diría que perdí la suerte de verla en directo pero que un buen amigo la vio y, a parte de tener una fuerza arrolladora en escenario, es una persona de lo más amable y afable. 

Y tendría mil cosas que decir sobre las canciones, las emociones e incluso los recuerdos personales que envuelven algunas de ellas. Pero aquí estoy, haciendo una especie de review de la semana de la moda, porque es lo primero que me ha venido a la mente  al verla (qué bella que sigue siendo). No quiero entrar en temas ideológicos, porque llevan a extremismos y éstos (de todo tipo) me cargan la cornamenta hasta la saciedad, pero ello no evita que el tema esté ahí y que me haga reflexionar y, de algún modo, sentirme raro.

En fin, también es cierto que tengo casi una hora de tren para aburrirme y, lo único que tengo ahora mismo es el recuerdo de una revista que he visto en una FNAC, así que tampoco me tomo muy a pecho. Me quedaré con esta suerte de alegría que es recuperar un artista perdido, que además te viene con un disco nuevo bajo la manga.




Con la cancioncita dejo: http://www.deezer.com/artist/146645 el sitio de Deezer de Imelda, en el que uno puede disfrutar de varios discos y más canciones maravillosas.