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Beggars Banquet

Allá por 1968 los Rolling Stones salían de un período complicado. Nada que no se volvería a ver más adelante, pero las redadas, el grillete fiscal de Su Majestad la Hacienda Británica y la mala prensa de los sectores más conservadores de la sociedad hicieron de 1967 un año duro de roer.

En lo musical la cosa fue muy distinta. Si bien es cierto que tenemos ese inconsistente experimento psicodélico que es Their Satanic Majesties Request y un acercamiento a la música pop que podía interpretarse como forzado o comercial, la verdad no se puede negar: el grupo estaba metido en una excelente espiral creativa. Todo empezaría en 1966, mostrando en Aftermath unos Stones hambrientos de nuevos sonidos e influencias, pero sin perder la luz del faro del blues, que había iluminado la concepción y la revolución de los ingleses. Curiosamente fue Brian Jones, antaño purista talibán del blues del Mississipi, quien viera un cambio más extremo durante esos meses, experimentando con toda clase de instrumentos del mundo y aportando nuevos sonidos y sabores a las composiciones del grupo. Sin olvidar a Jagger y a Richards, el primero encontrando a golpe de cadera su espacio como uno de los frontman más carismáticos del show business, y Richards erigiéndose como un compositor con todas las de la ley, experimentando con sonidos y afinaciones abiertas de guitarra que le han hecho inmortal para la Historia. Además, por supuesto, la dupla de estos dos fenómenos consolidándose como la fuerza compositiva monopólica en la banda. Y, como siempre, Bill Wyman y Charlie Watts seguían siendo la base rítmica más sólida y elegante que ha parido Madre Tierra.

Los primeros meses de 1968 el grupo lo pasaría trabajando en nuevo material. También fue el inicio de la colaboración del grupo con el productor Jim Miller, con quien trabajarían desde entonces hasta 1972. De estos años salieron los que, honestamente, considero los mejores discos de los Rolling Stones: Exile On Main St., Sticky Fingers, Let It Bleed y Beggars Banquet, el que nos trae hoy aquí. Todos estos discos serían una vuelta a las raíces del blues y del country, pero con la interpretación personal de unos Stones que por aquél entonces no tenían suficiente con los purismos.

El primer fruto de esa colaboración fue Jumpin' Jack Flash, canción lanzada como sencillo en mayo. Después de todo el ácido, de dejarse llevar por las corrientes pop y psicodélicas que les llevarían a discos como Between the Buttons o Their Satanic Majesties Request, algo mínimamente alejado del pop o la psicodelia haría las delicias de los fanáticos más puristas. Y este tema realmente lo fue. Uno de los riffs de guitarra más reconocibles de la historia, que arranca un blues frenético y vicioso de guitarras superpuestas; un jugueteo de Richards con diferentes afinaciones abiertas en guitarra acústica, una de las muestras de lo que sería capaz de conseguir experimentando. Se publicó un vídeo para promocionar la canción; la simple imagen de Mick Jagger con las pinturas de guerra lo decía todo: lejos quedaba la psicodelia, las chorreras y los trajes de fantasía y colores, era el tiempo de volver a las raíces.
Los próximos meses se dedicarían a la grabación y producción Beggars Banquet. Las sesiones para ese álbum fueron muy fructíferas, a pesar de la falta de Brian Jones en el estudio. Por aquel entonces sus problemas emocionales y con las drogas eran ya insostenibles, presentándose en una de cada muchas sesiones de grabación con ideas muchas veces irrelevantes para lo que se estaba haciendo en ese momento. Eso no le impidió estar presente en el varias canciones del álbum, aunque prácticamente todas las guitarras quedarían a cargo de Keith Richards, quien se echó gran parte del peso de la composición de la música a sus espaldas.

En aquel entonces los Rolling Stones ya eran una de las bandas más importantes del mundo, pero lo cierto es que su mejor material estaba aún por componer. Y, para muchos, entre los que me incluyo honestamente, este disco es del mejor material que han publicado los Rolling Stones.

Beggars Banquet empieza nada menos que con Mick Jagger poniéndose en la piel y traje de Satanás. El Diablo es el protagonista en Sympathy for the Devil y, a ritmo de samba, repasa algunos de los episodios más funestos de la Historia, desde la condena y las dudas de Jesús hasta el Holocausto. Sin embargo, nuestro protagonista se presenta como un hombre de gusto y bien posicionado, no como la bestia vípera y viciosa del imaginario clásico. Mucho inspiraría esta imagen de Lucifer, presentándolo como un hombre de negocios bien vestido, pero manipulador y sádico. Y ni tan equivocado estaba Mick Jagger cuando afirmaba que todos los males de la humanidad los cometemos nosotros, pese a que nos guste adjudicarlo al lado con cuernos y tridente de la balanza del bien y el mal. Hablando de cosas afiladas, el solo de Keith Richards es uno de los momentos más inspirados del disco, apareciendo de la nada para acuchillar el ritmo sambeño de la canción, llevado a la perfección por las congas y la percusión y el piano del inigualable Nicky Hopkins. Sin mencionar los ya inmortales coros que sazonan gran parte de la canción.

Le sigue No Expectations, un blues que emula las melodías y las imágenes melancólicas del bluesman Robert Johnson y, como un buen blues, No Expectations habla sobre sentirse tirado. Jagger pide que le lleven a una estación y que le metan en un tren, que ya no tiene expectativas para mucho. Obviamente se trata una balada de desamor; como reza en una de sus últimas estrofas: our love is like our music, it's here and then it's gone

Veo necesario para hacer un alto para hablar de Brian Jones ya que este tema fue el espacio para uno de los últimos momentos de genialidad del músico inglés. Sus problemas de salud y sus adiciones ya habían hecho mella en el frágil joven, volviéndolo paranoico, cosa que haría que se perdiese gran parte de las sesiones de grabación para el álbum. Habría algún breve episodio de esperanza, involucrándose en proyectos que le ilusionaban, como la producción en Marruecos de Brian Jones Presents the Pipes of Pan at Joujouka, pero el tiempo acabaría dejando claro que no tendría remedio. 

Según Mick Jagger, la guitarra slide de No Expectations fue la última vez que vio a Jones realmente involucrado en algo que valiese la pena hacer. Es triste, pero posiblemente es más que cierto. Su guitarra en este tema es una de las últimas grandes contribuciones de Brian para la música de los Stones. Las harmonías metálicas del slide son tan elegantes y melancólicas que duelen, pero casan a la perfección con el piano y la base acústica, acordes abiertos de Richards que siguen una progresión similar a You Can't Always Get What You Want. El canto de Mick Jagger es emotivo y sentido y, pese a conocerle, resulta más que creíble que el protagonista de la canción tiene el corazón realmente roto.
Dear Doctor, por otra parte, pone un broche cómico después de semejante balada. El protagonista de la canción es un joven desesperado con dolor donde debiera estar el corazón. Le llora al doctor y a su madre para que le libren de la pena. El motivo de su llanto es que la chica con la que se tiene que casar es "una cerda patizamba" (oh the gal I'm to marry is a bow-legged sow). Ni el bourbon que le sirve su madre, determinada a celebrar el enlace en la hora acordada, consigue calmar a nuestro saco de nervios, que va sintiéndose peor y peor a medida que pasan las horas. Y no es pequeña la sorpresa cuando encuentra una nota en la chaqueta; es para saltársele el corazón por la boca: la nota es de su prometida y, en ella, se lee que siente hacerle daño, que no tiene valor para decirle a la cara que está en Virginia con su primo Lou (el de él, no el de ella). Obviamente, hoy no habrá boda. 

Si Beggars Banquet supuso una inmersión casi perfecta de los Stones a la música country, en gran parte fue por faltas de respeto al género como ésta. Bebiendo inspiración de lo más profundo y endogámico de la cultura redneck y la música honky tonk, este tema es un country blues acústico que roza la parodia, incluso llegando Jagger a imitar el acento sureño en tono burlesco. Sin embargo, está perfectamente ejecutado y las guitarras casan deliciosamente con la armónica, acechante desde las sombras. Parachute Woman aparece a continuación, directa desde el Delta del Mississipi. Un blues crudo y sexual en el que Jagger ofrece a una mujer paracaidista aterrizar encima de él para satisfacer todas sus necesidades. De guitarras juguetonas, slide de Brian Jones incluido, se les une Jagger a la armónica en un cierre genial.

Después de Parachute Woman sigue Jigsaw Puzzle, a la que muchos han comparado con el trabajo de Dylan a mediados de los 60. Tanto si es una inspiración real o no, es una buena muestra de lo larga que fue ( y sigue siendo) la sombra de His Bobness en la música popular. Una letra compleja, de imágenes de marginados, pensionistas y forajidos que rozan el esperpento. Incluso Jagger se permite un divertido guiño a los miembros del grupo (Oh the singer, looks angry at being thrown at the lions; and the bass player, he looks nervous about the girls outside; and the drumer, he's so shattered trying to keep in time; and the guitar players look damaged, they've been outcasts all of their lives). Parachute Woman es un blues acústico adornado con slide guitar, de la mano de Keith Richards, y el piano de Nicky Hopkins, que juguetea con la guitarra, mientras Brian Jones aporta con el melotron.

Un par de meses después, en Febrero de 1969 MC5 publicarían Kick Out The Jams. En él, uno de los mejores discos en directo que se pueden escuchar, la grabación inicia con un speech de Rob Tyner invitando a la gente a salir a la calle y ser "parte de la solución" y no del "problema". Eran tiempos convulsos; el Verano del Amor veía sus primeras hojas marchitas y los jóvenes seguían muriendo con la cara contra el barro. Y las protestas y la revolución llegó a ojos de titanes como los Beatles y los Stones. Sin embargo, mientras que grupos como MC5 se posicionaron claramente a favor de rebelarse y salir a la calle, los Beatles eran conscientes de la revuelta pero no la terminaban de ver con buenos ojos, sobretodo cuando la cosa llevaba a las calles: pero cuando hables de destrucción, puedes dejarme fuera, chillaba John Lennon en el Álbm Blanco de los de Liverpool.

No veo muy diferente Street Fighting Man de el enfoque de Revolution de los Beatles. Mick Jagger es muy descriptivo con las revueltas estudiantiles de Francia de ese año, la situación en Estados Unidos por la Guerra de Vietnam y lo apacible que parece Londres en comparación. Sin embargo, pese a ser una de las canciones más politizadas del grupo, no parece posicionarse realmente, aunque la sociedad y la historia le hayan dado un mayor significado en ese sentido. La canción, eso sí, es un auténtico vendaval sonoro. Un simple rasgueo de San Richards con dos guitarras acústicas superpuestas y un ritmo contundente son suficientes para volar cabezas. Brian Jones toca el sitar, mientras que Nicky Hopkins se encarga del piano y, curiosamente, Richards grabó el bajo debido a indisposición de Bill Wyman.
Aunque en un inicio no fue acreditada correctamente, Prodigal Son es una composición original del bluesman (posteriormente Reverendo) Robert Wilkins. Un blues del delta crudo y arisco sobre un chico que huye de la familia con todo lo que ésta tiene y vuelve escocido a casa después de ser masticado por la vida. Le sigue la que posiblemente es la canción más polémica del disco. Stray Cat Blues trata sobre un hombre que fantasea con mantener relaciones sexuales con una groupie menor de edad. El protagonista no parece tener conflicto con ello, llegando a incitar a la chiquilla (e invitando a una amiga aún más traviesa que ella) diciéndole que no se preocupe, que no es un animal descerebrado. Incluso la letra se atreve a decir que no es un crimen capital, no es nada por lo que uno merezca ser colgado. Por mucho menos hoy día arde asfalto. Pero lo que realmente es un delito es lo inadvertida que ha pasado esta canción en la historia de los Stones. Amén de ser una canción viciosa como ella sola, es una primera muestra del excelente trabajo que haría Jim Miller durante sus años como productor del grupo: un tema eminentemente eléctrico que se enrosca y se engancha como pegamento. Es una canción que recuerda mucho a otras como Midnight Rambler o Can't You Hear Me Knocking.

Factory Girl pone un contrapunto reposado antes de acabar con el disco. El punteo inicial indica que se trata de un tema folk y la percusión y la mandolina lo confirman dulce y sencillamente. Recuerda mucho a las maravillas que harían Led Zeppelin en su III o algunos pasajes de Physical Graffiti. Lo cierto es que, le guste a uno la música folk o no, Factory Girl es un tema delicioso que endulza fácilmente lo más amargo y lascivo del disco. 

Llegamos al final.

Keith Richards ha demostrado con los años que tiene una mano derecha prodigiosa cuando se trata de rasguear acordes. Esa habilidad le viene al pelo a la curiosidad que siempre ha tenido por diferentes afinaciones de guitarra. Salt of the Earth es una muestra excelente de ello, y también es la canción que finaliza Beggars Banquet.

En The Dirt, la biografía de Mötley Crüe, se cuenta que, en uno de sus procesos de desintoxicación conjunta, el grupo se sentaba alrededor de una guitarra a cantar You Can't Always Get What You Want y a llorar juntos. Si bien la canción que cierra Let It Bleed es la catarsis redentiva perfecta y el tema que de ha ganado el cariño de la historia, Salt of the Earth no tiene menos mérito. Es el propio Richards el que, junto a su rasgueo de guitarra, se encarga de cantar los primeros versos en un disco de los Rolling Stones. Y se estrena con un tema precioso sobre la clase trabajadora, "la sal de la tierra".

Brian Jones no participa en éste tema, ni falta que hace. Tristemente, pocos meses le quedarían de vida y su situación de entonces provocaría que se perdiese uno de los temas más memorables de toda la discografía de los Rolling Stones. Mientras el rasgueo metálico de Richards aún está desnudo, entra lo que parece una guitarra slide o una de pedal, que acompañará en las sombras durante toda la canción. Keef se encarga de cantar los primeros versos, y luego comparte la tarea con Mick Jagger, brindándole a las gentes de bien y trabajadoras. En éstas se mete Nicky Hopkins con el piano, juguetón y contundente, y se les unen Wyman y Watts al estribillo, en una conjunción perfecta de buen gusto. En la grabación también colabora el Watts Street Gospel Choir y te das cuenta que toda la canción ha sido una celebración, que roza lo religioso, de todo lo sencillo y bueno que hay en las personas, de esa humanidad que parece que estemos perdiendo.

Si tuviese que encontrarle una pega a este disco, quizá me quedaría con el hecho de que ya no podré escucharlo con la inocencia de la primera vez. Sin embargo con cada escucha es posible detectar un detalle, un matiz o, como con todo en esta vida, escuchar esta maravilla desde otra perspectiva. Me doy por satisfecho con eso y con poder compartirlo con todos ustedes.

Salud.

Young Man's Blues


Si hay una historia de fracaso, injusticia y muerte en con la cara en el barro que merezca ser contada, ésa es la de Rock City Angels. Mucho se ha dicho, conspiranoiado y escrito sobre uno de los episodios más sonados de la escena del hard rock angelino de los 80 y asegurar qué partes son ciertas y qué no se antoja realmente complicado. Sin embargo, es una historia que tiene que ser contada. 


Todo se remonta a principios de los ochenta, Florida. Bobby Bondage, vocalista, y Andy Panik, bajista, se conocen en una proyección del documental sobre la música punk de la época The Decline of Western Civilization y forman The Abusers. El sonido y la estética punk rock en sus inicios se fue maquillando -literalmente- con lápiz de labios, eyeliner y un sonido acorde a los tiempos que corrían: una mezcla de punk y glam sucia y brillante que les caracterizaría durante gran parte de su carrera. Bobby Bondage, en éstas se haría llamar Bobby St. Valentine para ser finalmente Bobby Durango, vocalista ya de Rock City Angels. Pese a tener cierta aceptación y fama entre las gentes de la zona de Florida, el éxito real no llegaba y, cuando el grupo estaba a nada de echar el cierre, apareció Ann Boleyn de New Renaissance Records. Se fija en el grupo y les contrata, llevándoselos a Los Angeles, el lugar a ir si se quería ser alguien en la industria. 

Ya en Los Angeles el grupo conoce a un joven y aún desconocido Johnny Depp, que se enrolaría en la causa como guitarrista rítmico. Su sonido sucio y directo y su estética les hicieron crecer como la espuma en los círculos de pubs y locales de la ciudad, haciéndose un espacio en el nicho de bandas como Junkyard, Faster Pussycat o unos Guns and Roses que aún no eran el dinosaurio que acabarían siendo. Este hecho, precisamente, fue el que puso a los Rock City Angels en el radar de Geffen Records. 


Aquí es donde viene una de las partes morbosas de la historia y vete tú a saber si es cierta: el interés de Geffen no se encuentra realmente en nuestros protagonistas de hoy. A la discográfica ni siquiera le gusta el grupo ni su sonido pero, como he dicho antes, está ganando cierta popularidad en los círculos de un grupo en que la discográfica sí tiene interés: nada más y nada menos que Guns and Roses. Los de Florida son una amenaza real para su juguete favorito y Geffen decide comprar los derechos y el contrato del grupo, según se dice, con malas artes. Se dice que Ann Boleyn de New Renaissance Records recibió amenazas e incluso un inocente atentado contra su vida como parte de las negociaciones.


Al final Geffen se hace con el contrato de Rock City Angels. Ya bajo el ala de la todopoderosa multinacional, el grupo edita su disco debut y éste se publica en 1988; un disco que es, perdonarme que sea poco fino, mejor que se te siente Scarlett Johansson en la cara. Pero antes de meternos en solfa, sigamos con la historia. Geffen descuida deliberadamente la promoción del disco y, aunque el grupo gira con gente del nombre de los Georgia Satellites, Joan Jett o Jimmy Page, el disco no llega tan lejos como debería. De hecho, las turbias habladurías dicen que sí se compraron discos, y el grupo cobraba los royalties que le correspondía, pero que luego estos discos iban a ninguna parte: Geffen los mandaba a destruir.


Cuando Rock City Angels están preparados para arrancar a grabar el segundo álbum la discográfica rechaza todo el material que tenían preparado. Eso es nada menos que cerca de ochenta canciones, más seis temas más grabados en Londres con Brian Robertson, guitarrista de Thin Lizzy. Eventualmente, la todopoderosa Geffen terminaría dándole la patada a estos fracasados. Las teorías pasan desde las drogas a problemas con la propiedad de algunas de las canciones del grupo, el hecho de querer allanar el camino a unos Guns and Roses que sí acabarían triunfando, hasta el interés de mantener a Johnny Depp centrado en su carrera como actor.


Sea como fuere, el grupo cayó en desgracia para acabar muriendo en el olvido. Muchas de estas canciones rechazadas acabarían viendo la luz bajo otros sellos, pero es evidente que Rock City Angels no obtuvieron la popularidad que, personalmente, merecían. Seamos honestos, Guns and Roses demostrarían que están en un nivel completamente diferente, pero este Young Man's Blues, el debut de estos pobres fracasados de la Costa Este, estaba por encima de mucho de lo que se hacía durante esos años en la escena del glam y el sleazy angelino.


El disco en sí es una maravilla con un sonido crudo y sucio que en muchos momentos recuerda a unos ZZ Top pasados por una lijadora. De hecho muchos de los temas más roqueros del disco tienen un tinte a blues rock llevado a la perfección, consiguiendo los riffs sencillos pero contundentes de temas como Deep Inside My Heart o Boy From Hel's Kitchen. El sonido glam de los inicios del grupo se deja manchar por estas influencias, de blues y de soul, dejando un sonido deliciosamente perverso y pantanoso.


Si tuviese que quedarme con un par de detalles sobre este disco (ustedes tendrán sus cosas que hacer y su paciencia tendrá un límite) me quedaría con un par de canciones en concreto. Los dos temas que he mencionado antes, el funky fardón de Beyond Babylon, la excelente rendición de These Armos of Mine de Otis Redding o Gotta Swear. Gotta Swear lo tiene todo, al principio, para ser un single poderoso. El limpio y metálico sonido de una guitarra acústica, un rasgueo sencillo, la voz empieza delicada y sencilla y entonces... Se mancha. En el mejor sentido de la palabra: eléctrico, blusero, un slide eléctrico que alimenta el alma. Está lejos de ser un tema para mojar bragas o llenar estadios, pero es sencillamente delicioso. Luego te viene Dark End of The Street y es mejor si cabe. Más delicada, bonita y con una crudeza que pone la piel de gallina cuando crece y crece para llegar a un intermedio que recuerda al que harían Guns and Roses en su versión de Knockin on Heaven's Door, pero sin la vergüenza ajena.
Young Man's Blues es un disco para enseñar en las escuelas. Denle al play ya.

Tom Petty (1950 - Para siempre)


Estoy escribiendo ahora mismo y pensando en lo injusto que es que tenga que estar escribiendo estas palabras. Tengo el corazón roto porque Tom Petty nos ha dejado.

Ya me fui a dormir con el pecho afectado porque a la policía de Los Ángeles (o quizá fuimos nosotros, que a veces nos comportamos como parásitos que devoran la información como patos, engulléndola y maltratándola) comunicó por error la muerte del cantante y guitarrista anoche. Parece ser que fue un paro cardíaco y, pese a sobrevivirlo cuando salió la noticia, mientras muchos dormíamos el músico de Florida falleció.

No suelo darle más importancia a la muerte de músicos y artistas que el profundo y sincero respeto, y admiración en algunos casos. Soy así, simplemente no me sale. La última vez que lo sentí tan cercano fue cuando se apagó Ed Harsh, la anterior cuando lo de Levon Helm. Y con Petty de veras siento una parte de mí débil, desolada y húmeda de lágrimas.

Si ahora es cuando tengo que decir algo bueno del viejo Tom diría que tenía una canción para cada momento de la vida. No tienen por qué ser canciones escritas para tal fin, ni siquiera uno puede llegar a interpretar cada canción con una vivencia, simplemente esas canciones están ahí, acompañándote. Siempre digo que lo que mejor que puede hacer una canción es abrazarte. Pues bien, a lo largo de más de cuarenta años Tom Petty escribió canciones que no sólo te abrazan, te mecen en la cama y velan por ti las noches que estás enfermo.

Siempre conservaré con mucho cariño el recuerdo de discos que hoy por desgracia son más inmortales que ayer -Hard Promises, el Gran Sueño Americano que es Damn the Torpedoes, todos esos discos de principios de los noventa que, para mí, parecen inspirados por un ente superior, o Wildflowers, mi vergel favorito cuando necesito un espacio en el que perderme, despreocuparme u olvidarme de lo que sea.

Cuento todo esto porque sé que terminaré celebrando cada canción del gran cuentacuentos americando cuando se cruce en mi camino, pero ahora Wildflowers (ese álbum que tiene esa luz especial) se ve gris, marchito y lloro con él.

Far away from your trouble and worry
You belong somewhere you feel free

Hot Rockin

Me acabo de apuntar al gimnasio. El gym, La Última Frontera.

Que sí, que sí, que va en serio. Tengo la pulserita y todo.

En realidad lo que he hecho ha sido apuntarme a la piscina del pueblo, con la mala pata que la piscina del pueblo es a la vez gimnasio, spa, pistas de pádel, y una sala con una especie de cuerdas que me han dicho que están muy de moda, que ni conocía y que me aspen si recuerdo para qué diablos sirven.

Me he apuntado porque un colegiado médico de lo más cachondo mental me ha recomendado que nade, para fortalecer la espalda (no puede ser que teniendo veinticinco años tenga achaques de octogenario). Es por eso que la idea será limitar mis visitas a la piscina, pero es inevitable que tenga una sensación extraña en el estómago.

Ya al acercarme a la puerta las imágenes venían a la mente: la sensación de ser un niño (más enclenque que todo lo contrario) e intentar pasar desapercibido en el vestuario, la escena de El Señor de las Moscas donde Piggy muere, o aquélla vez que empezamos la fiesta bebiendo litronas a las puertas de las pistas de pádel y juré que nunca jamás pondría mis pies ahí. 

Mira que me he visto todas las pelis de Rocky, incluso alguna vez creo que he llegado a sudar, pero no sé qué esperar. En esencia, todo lo que sé sobre los gimnasios lo he aprendido del videoclip de Hot Rockin. En realidad, todo lo que sé sobre masculinidad lo he aprendido de los videoclips de Judas Priest. Es por eso que todo lo que tenga que ver con la idea occidental de la hombría me parece más raro que um perro verde. 

Rezad por mí, os lo suplico.

He Won't Go - Adele

No, no me he vuelto loco. Más, digo. Adele siempre ha sido una de mis asignaturas pendientes, y ya sabéis lo que dicen: sólo hace falta un pequeño empujón para... bueno, para caerse de un precipicio. Un precipicio que es evidentemente metafórico; con lo bajo de forma que me han dejado las vacaciones, con tan solo tropezarme con una farola creo que necesitaría tomar suero con una pajita para comer y, evidentemente no tendría los dedos finos para teclear.

Bueno, el tema.

Que Adele tiene un chorro de voz no es algo que me venga de nuevas. Aún recuerdo, con mucho cariño, esas tardes universitarias en mi casa tocando el bajo en mi casa. Uno de los temas recurrentes al principio era Rolling in the Deep. Línea de bajo nada compleja, perfecta para un principiante que, en realidad nunca dejaría de serlo. Debo reconocer que mientras me peleaba por coordinar los dedos de una mano y los dedos de otra no podía evitar tener algún que otro escalofrío en la columna. No con tanto cariño, sin embargo, recuerdo el bombardeo constante de ésta canción en prácticamente todas partes allá por 2011. Mis intereses musicales por aquél entonces estaban tan unidos a la diva inglesa como el agua y el aceite, y la relación se quedó en esa simple línea de bajo.

Todo ello hasta ayer mismo. El pequeño empujón y 21. Esta mañana ha caído 19 en el tren. Qué par de discos, sinceramente. Si tuviese que quedarme con uno, ahora personalmente escogería 19, el primer disco de la cantante, publicado antes de ser el fenómeno mundial que es ahora. 21 está repleto de cosas fantásticas y bebe directamente de la teta de influencias que amo profundamente, pero 19, con tan solo una escucha me parece un disco más directo. Por decirlo de alguna manera, más orgánico. No se me malinterprete, la escucha del segundo disco de Adele es casi tan sencilla y natural como respirar, y se disfruta igual de fácil, porque es dulce, fuerte e intenso, y meloso sin llegar a ser empalagoso. 

Precisamente, la canción que traigo hoy pertenece a este segundo disco. Fue una grata sorpresa, porque no esperaba encontrarme con un tema como He Won't Go. No puedo evitar pensar en beats de trip hop tan orgánicos que me recuerdan a los de Portishead, sin llegar a ser tan densos y oscuros. Perfectamente natural.

El piano entra, y se me va toda ilusión de encontrar algo electrónico -en qué diablos estaría pensando, es totalmente raw- y luego Adele le da alma y vida y crudeza a la canción. El bajo da profundidad a los ritmos y cuando el puente acerca el estribillo, la intensidad crece y, de repente, otra vez el verso. Se hace corto pero es como una explosión de soul, de música de esa que tanto me gusta y que tan bien me hace sentir. Esta fórmula se vuelve a repetir y la canción la encuentro sencillamente redonda.

Adele, vocalmente, está más comedida en este tema que en otros, pero no puedo evitar tener la piel un poco de gallina al escucharla, y tampoco es como si necesitase otra cosa. Está perfecta. Y espero que la disfrutéis y os guste tanto como a mí.

Albert's Shuffle

Mike Bloomfield es uno de mis guitarristas favoritos. Al Kooper también era un fan de nuestro hombre de Chicago. Los dos habían colaborado juntos en la grabación de Highway 61 Revisited, de San Bob Dylan, pero Kooper, quien, entre otros, ha trabajado con los Stones, Hendrix o los putos Skynyrd, tenía un problema con nuestro bluesman de tez pálida del norte del Mississippi.

Ese problema era nada menos que lo comedido de las grabaciones de Bloomfield en el estudio, en comparación con los incendios eléctricos que podía provocar en un escenario. La preocupación de Al Kooper era si sería capaz de llevar esta fuerza a una grabación de estudio. En cierto momento de 1968, este pensamiento se juntaría a la atención que le prestó a las grabaciones más comunes del Jazz, esas en las que uno o dos músicos lideran unas grabaciones de uno o dos días y sacaban mayormente estándares e improvisaciones; ¿No podía hacerse eso con músicos de rock?

O de blues, claro. Es así como nació Super Session, una maravilla cósmica que sirve como documento de aquéllos dos días que duró la grabación. Mike Bloomfield, sin embargo, sólo apareció en el estudio en el primero de esos días, por lo que es Stephen Stills quien aparece a las guitarras en la segunda cara del disco. Mike Bloomfield, quien por aquél entonces sufría de insomnio, simplemente no se presentó, pero eso no impidió que él y Kooper hicieran varios conciertos juntos, documentados en el disco The Live Adventures of Mike Bloomfield and Al Kooper.


Creo que lo primero que escuché de Bloomfield fue con Electric Flag, casi de casualidad. Seguramente fuera Wine y me encandiló desde el minuto uno. Corre un vídeo por internet del festival de Pop de Monterrey del 67 en el que Bloomfield simplemente parece enajenado. No sería el más rápido, ni el más técnico, pero cada vez que oigo a ese hombre tocar la guitarra veo chispas.

Albert's Shuffle es una buena muestra de ello. El tema que abre Super Session, una jam entre Kooper y Bloomfield en la que cada uno tiene su espacio para lucirse, primero Mike a la guitarra y luego Al con los teclados. El resto del disco trae montones de destellos más del genio de estas dos figuras y de Stephen Stills, pero este primer tema es suficiente para caer en las redes de un guitarrista que, desgraciadamente, murió sin ver su enorme talento reconocido por el gran respetable, y aún hoy sigue tapado por los dinosaurios de la época.


Para los más curiosos el álbum entero: http://www.deezer.com/album/77558

The Wind



"I'm working harder and... You know, you put more value on every minute... I mean, I always thought I kind of did that. I really always enjoyed myself. But it's more valuable now. You're reminded to enjoy every sandwich, and every minute of playing with the guys, and being with the kids and everything." - Warren Zevon sobre cómo debería ser vivir la vida. 

Hay una escena al final de la segunda temporada de Californication en la que Hank Moody termina la biografía de Lew Ashby, un productor musical con una vida poco menos ajetreada que la de Keith Richards. En la escena, nuestro escritor televisivo enciende un ritual que ejecuta cada vez que termina de escribir un libro: Whiskey, Weed and Warren Zevon. Es una escena muy emotiva y, curiosamente, está aliñada con Keep Me In Your Heart de fondo. Shadows are falling, and I'm running out of breath, keep me in your heart for a while. Ni el más duro sería incapaz de sentir algo.

Hank Moody se presenta, desde el primer episodio de la serie, como un personaje en el fondo del pozo que nunca pierde el sentido del humor cínico y afilado que lo caracteriza. Al igual que el protagonista de nuestra epopeya televisiva, el héroe de la historia de hoy, Warren Zevon, nunca pareció perder el norte de lo que era importante para él y, gracias a esa actitud, y a su viperino sentido del humor, hoy podemos dar gracias por la última obra de su discografía.

Warren Zevon compuso, produjo y grabó The Wind durante los meses siguientes al diagnóstico de un tipo de cáncer de pulmón que le acabaría quitando la vida al año siguiente. Para ello, se rodeó de un elenco envidiable de colaboradores: Tom Petty, Mike Campbell, Billy Bob Thornton, Dwight Yoakam, Don Henley y Joe Walsh de los putos Eagles... y el resultado es un disco más grande que la vida misma.

The Wind no habla sobre la muerte ni la enfermedad que padecía Zevon. Irónicamente, muchas de las canciones de su álbum del año 2000, Life'll Kill Ya, (La Vida te Matará), tratan sobre la muerte, especialmente My Shit's Fucked Up, que habla de cargar años a las espaldas y el declive que viene con ello. A mí, personalmente, me gusta que The Wind no trate sobre la muerte ni la enfermedad, porque el mismo disco ya te da señales por otros medios. La voz de Zevon no es la misma que en anteriores trabajos, y se llega a percibir cansada en algunos momentos, cosa por otra parte totalmente entendible. Ello no le quita ni una pizca de fuerza al disco, que destaca en momentos como Disorder in the House, tema a dueto con el Boss Bruce Springsteen.

Una de mis canciones favoritas es la que abre el disco, Dirty Life and Times, en la que Zevon hace un balance de su vida en clave de country rock, con los excelentes coros del querido Dwight Yoakam. Después de Disorder in the House, sigue una versión excelente de Knockin' On Heaven's Door. Para mí, una de las mejores, si no la mejor, rendición de la canción de His Bobness, Bob Dylan. Curiosidad: Steve Gorman de los Black Crowes toca la batería en el tema.

Numb as a Statue es una canción curiosa. Un rocanról a piano y una excelente guitarra eléctrica, con una letra poderosa que puede estar hablado de drogas o de amor, vistas ambas como una adicción que es capaz de elevar y hundir a cualquiera. Le sigue She's Too Good For Me, que es simplemente para echarse a llorar: I'd wait here for a thousand years, If she'd come back to me. I have everything she wants, and nothing that she needs.

Prison Grove es una canción fantástica. Un blues oscuro con una atmósfera pesada y asfixiante que sólo deja respirar durante el solo de slide de Ry Cooder, afilado como un cuchillo. Siguen El Amor de Mi Vida, balada desesperada y que parte el alma y The Rest of The Night, excelente canción con Mike Campbell a las guitarras y Tom Petty a los acompañamientos vocales.

Esta última canción pone un poco de luz antes de un final de disco que puede resultar demoledor. Please Stay es una canción para enmarcar; tiene a Emmylou Harris a las voces, junto a un Warren que muestra una voz ya cansada, unos teclados dulces durante todo el tema y un solo de saxofón muy sentido. Rub Me Raw, la penúltima canción del disco, anticipa un momento difícil con un blues duro y eléctrico.

Keep Me in Your Heart es una de esas canciones y también se encarga de cerrar The Wind. Aquí, Warren Zevon deja el último mensaje para sus seres queridos.

Una de las últimas voluntades que nuestro protagonista dejó antes de morir, fue pedir a Crystal, su ex mujer, que escribiese una biografía sobre su vida. La petición incluía no obviar ningún detalle de su vida, por muy escandaloso, vergonzoso, ilegal o inmoral que fuese. Gracias a ello tenemos I'll Sleep When I'm Dead, the dirty life and times of Warren Zevon. Armas, drogas, un trastorno obsesivo-compulsivo que le acompañó durante toda su vida y muchas más fechorías aderezan el libro. Resulta gracioso que, de conocer que se trataría de su última canción, cualquier otro la hubiese utilizado con un fin más magnánimo. De redención, quizá. Sin embargo, Warren Zevon, que cualquiera diría que tenía motivos para desear redimirse, utilizó su último aliento para decirle a sus seres queridos y, quizá al resto del mundo, que guardemos un pequeño espacio en el corazón para él. Y lo mejor de todo, de la manera más sencilla:

Shadows are falling and I'm running out of breath, keep me in your heart for a while (...) Sometimes when you are doing simple things around the house, maybe you'll think of me and smile.


Debo reconocer que, pese a ser mi favorito, The Wind no es el mejor trabajo de Warren Zevon. Son otras cosas aquéllas en las que radica la grandeza de este disco. Quizá se deba, no sé, al contexto en el que se grabó el álbum. O quizás se trate del contexto en el que yo escucho el álbum. Quizás, no; se trata de eso. Siempre se trata de eso, ¿no? Muchas de estas canciones tienen un significado muy especial para mí, he tomado refugio en muchas de ellas y aún hoy lo sigo haciendo. Me sorprendo usándolas, inconscientemente, como una especie de catarsis -o un tratamiento, como queráis llamarlo- en el que me enfrento a cosas a las que, de otra manera, me costaría más enfrentarme. Y ahí es, donde muchas veces, duerme latente la grandeza de un disco, esperando a que alguien lo descubra y sienta con él.


El disco:

Ventiuna pistolas

Todos tenemos secretos. Secretos que cuestan de confesar. Y está bien tenerlos porque, qué sería de nosotros si verbalizásemos todo lo que pensamos todas las mañanas, día tras día, cuando estamos en el tren, y tenemos la cabeza metida entre dos torres que son lo suficientemente altas para que uno pueda oler sus axilas sin esforzarse, mientras el tren no avanza y por qué no se mueve que me quiero bajar. O la chica del sábado de la discoteca que en realidad no era ni tan modelo ni tan filóloga ni tan flexible como contaste en el afterwork del lunes. O el chico del sábado en el garito de salsa que quizá no se parecía tanto a Richard Gere y que lo más parecido a un masaje de pies que te hizo fue rascarse el culo y luego oler los dedos cuando pensaba que no le mirabas. Todos nos guardamos cosas, y está bien, maldita sea, está bien que la ropa sucia no asome cuando hay visitas. Yo no me puedo identificar con estas trivialidades pero, a pesar de ser un ser superior, también soy humano y, como todos, sangro cuando me pinchan y, como a todos, me avergüenzan muchas de las cosas que he hecho durante mi vida.

Veréis, yo también fui adolescente. No sé cuándo ni por qué empezó, pero creo que duró hasta los... ¿cuántos? ¿Deja uno de ser adolescente alguna vez? ¿Será cuando me case, cuando tenga un hijo, cuando haga lo que se tiene que hacer? En fin, el caso es que ser adolescente es una movida muy jodida. De verdad, no se lo deseo ni a mi peor enemigo. Es como un estado de irritación general constante pero también estás triste, eufórico, triste, enfadado, cabreado, más cabreado, por favor que alguien me venda un litro de napalm... Sin hablar de todos esos pelos. ¿De dónde sale tanto pelo de golpe? Y no hablemos de las hormonas, por decirlo finamente. Porque, joder, cosa que tenga que ver con el género femenino es una erección segura. No es que me queje, pero... a veces cosas tan cotidianas como caminar recto o estar atento en una clase de matemáticas se hacen de lo más difíciles. 

La cosa es que, por suerte, todo pasa y llegará un día en que tendremos que recurrir a drogas o auto-hipnosis para levantar la torre peluda de Pisa. Pero hay cosas que se quedan por ahí, revoloteando como mariposas, y de repente te dan una bofetada. Mientras era (¿era?) adolescente tuve un par de esos años locos en los que la música que escuchaba era una tragedia. De veras, de no cambiar de hábitos se habrían fundado ONG's para salvarme. En serio, cosa mala. Y una de las cosas que me pegó fuerte fue Green Day. 

La historia es conocida: uno madura, a los diecisiete años más o menos, descubre nueva música, eso le hace madurar más y reniega de toda la música que escuchaba anteriormente. Porque, señores, a los diecisiete años la madurez de una persona se mide por los grupos musicales que sigue, la música que escucha y la capacidad que tiene uno de beber el fin de semana sin morir. Creed ya no molaba, lo más duro que uno escuchaba ya no era Rammstein, sino Pantera, y por suerte me salvé de súcubos como HIM o, qué sé yo, Within Temptation. Brrr, tengo escalofríos en la nuca sólo de pensarlo. 

Pero lo de Green Day es curioso. Simplemente los aparté. Sí que negué, critiqué y pataleé contra el grupo pero era todo de boquilla. En el fondo los tenía ahí, como un a el mejor amigo del colegio que te encuentras por la calle y cambias de acera para no haceros pasar un momento incómodo a los dos. Pasé momentos geniales en mi habitación, con un CD que me grabó un colega y que tenía canciones de Green Day. Luego descubriría que no todas las canciones eran de Green Day, pero para mi todo sonaba a Green Day y ya me parecía bien fuese lo que fuese. Y, como cosa de tragicomedia clásica, esta semana prácticamente lo único que he escuchado es de parte del trío de California. 

Me picó el gusanillo, vete tú a saber por qué, por escuchar 21st Century Breakdown, disco que seguía con el concepto de ópera rock bajo el que nació American Idiot y que trataba sobre una crítica al País, al Sistema y lo mucho malo que es el Gobierno. La temática no dejará de parecerme de lo más naíf, pero suena bien. Suena realmente bien. Como American Idiot, 21st Century Breakdown no se trata de punk-rock al uso, sencillo y directo al grano. Con motivo de la historia, los dos discos tienen muchos matices y  colores muy distantes de lo que cabría esperar por un disco de punk rock. La verdad es que, musicalmente, son dos discos que encuentro muy disfrutables, especialmente 21st Century Breakdown

Y, ya que hablábamos de secretos difícilmente confesables, me acuerdo de escuchar y ver a escondidas el vídeo de 21 Guns cuando salió. Corría 2009 y yo tenía cosas más importantes en las que pensar, como el Chinese Democracy, el Dead Magnetic, God and Guns de los Skynyrds o la maravilla sureña que es Little Piece of Dixie de los Blackberry Smoke pero, cada vez que salía el condenado videoclip por la televisión, no podía evitar embobarme. Ya fuese sin prestar-prestando atención, o escondiéndome en mi habitación para que nadie oyese lo que estaba viendo, como cuando echaban en la televisión esos dibujos animados sobre chicas que de día eran estudiantes modélicas y de noche luchaban contra el mal  con el poder del amor y vestidas con preciosos trajes a juego.

Y no creo que sea nada de lo que avergonzarse, ¿no?

Deja que el amor mande

Cuando algo resulta complicado, difícil de encontrar y escurridizo como una lagartija untada en aceite, siempre pienso que es "difícil como encontrar información profesional sobre Craig Ross". ¿Sabíais que Craig Ross está casado con Goya Toledo? Yo sí, faltaría más. 

Goya Toledo de compras con su novio. Goya Toledo y su novio Craig Ross, radiantes de felicidad. Goya Toledo nos confirma su boda con Craig Ross. Madonna se viste de torera y Goya Toledo se casa con Craig Ross. 

Pero qué demonios. 

Alguien ha hecho muy bien su trabajo de SEO por aquí. No tengo nada en contra de la respetable industria del salseo y el carroñeo, pero joder. Que uno va ilusionado a buscar la carrera discográfica del fiera de Craig Ross y, ya costaba la cosa -porque costaba-, encima de tener que esquivar los "eres el cliente un millón y te regalamos un viaje a marte" y "chicas rubias calientes ardientes por conocerte" de turno y la publicidad de viagra, casinos y armas de fuego, encima se tiene que topar con la vida privada del susodicho. Que no me molesta, eh, pero me sorprende; que no estamos hablando de Rod Stewart. 

En fin, necesitaba soltarlo. Mucha tensión acumulada en la zona de la pituitaria. El caso es que Craig Ross es un guitarrista de puta madre. Así, hablando en plata. Más conocido por ser el escudero de confianza de Lenny Kravitz, con el que no ha hecho más que maravillas,  el de California empezó su carrera en el grupo Broken Homes, con los que grabó tres discos que son mucho más que interesantes. También aparece en Lions, el Zeppeliano disco de los Crowes, y en el debut en solitario de Marc Ford. Además de colaborar con un quién-es-quién de la industria de la música, entre los que encontramos a BB King, Sheryl Crow o Dios, digo, Clapton. Un tipo relevante, vamos. 

La cancioncilla que traigo hoy es una fantástica versión de Let Love Rule en la que, sin más ayuda que dos guitarras y la voz de Kravitz, los dos pelo-afro se marcan un recital espectacular. Y, ya que estamos hablando de Craig Ross, aquí derrocha elegancia, saber estar y pura magia negra.

Salud, y buen fin de semana. 


Fell on Black Days


Mientras suena la versión de Dead Flowers de Townes Van Zandt, durante la escena final de El Gran Lebowski, el Extranjero habla de lo reconfortante que es saber que el Nota aguanta. Es un momento agridulce por la marcha de un personaje muy querido, y aunque descubrimos que la vida sigue girando y cosas buenas y nuevas están en camino, es inevitable sentirse un poco triste. 

Ayer nos dejó Chris Cornell, el que fuera cañón vocal de Soundgarden, Audioslave y su propia carrera en solitario. Su marcha hace inevitable también acordarse de Mother Love Bone, supergrupo con disco homónimo dedicado a la memoria del que fue amigo y el gran y prometedor "y si..." de toda la escena Grunge, Andy Wood.

Chris Cornell me ha acompañado, como a tantos otros, en muchos momentos de la vida. Momentos importantes, momentos que no lo son tanto, pero al final ha sido un actor que, en la tragicomedia que es el crecer y conocerse, ha puesto una nota siempre agradable con su voz. Y es inevitable acordarse de los discos, de las canciones, del mini-infarto al conocer que había producido un disco propio con Timbaland, de cierto grupo en Facebook dedicado a apreciar (adorar) su persona, su figura y sus pectorales...

Una pérdida muy grande.

Y, como en el final de El Gran Lebowski, como en tantas otras películas, se sobrepone el agri al dulce y, aunque la vida siga, merece la pena bajarse de la rueda un momento y recordar a una gran voz que, lamentablemente, se ha apagado para siempre.

Lo que tengas que decir

Izzy Stradlin se me presenta como un tipo curioso. Pese a pasar siempre desapercibido (por decisión propia, o por ser el que menos portadas de la revista People ha protagonizado), pese a ir y venir de algún garaje de Indiana y hacer que nos preguntemos, eventualmente, where's Izzy?, Izzy siempre ha tenido una magnetismo especial y ha sido considerado, aún hoy, como el cerebro del que es uno de los grupos más grandes de la música moderna. Obviamente, esto es perfectamente rebatible, ya que cada uno de los miembros (estoy hablando de la formación original de Guns n' Roses) aportó su grano de arena a un sonido al que pocos se han llegado a acercar, y menos aún han amenazado con destronar. Pero Izzy, siempre ha provocado más simpatizantes que detractores, y no sé por qué.

El caso, es que uno comparte esta simpatía y esta atracción por el de Lafayette sin poder evitarlo. Quizá sea esa imagen despreocupada y "gypsy" que tanto mola, o su amor por los Rolling Stones, por Keef y por Ronnie Wood, o el hecho de que sus discos sean un batido perfecto entre rock and roll con denominación de origen de los Stones, la sensibilidad de Tom Petty y el punk rock de los Damned, qué se yo.

Y, esta semana, On Down the Road me ha tenido absorto. Esta perla de 2002 tiene un no sé qué que qué sé yo que me tiene encandilado. Me resulta complicado rechazar alguno de los discos de Izzy en solitario, pero On Down the Road destaca entre ellos. Sin embargo, la canción que traigo hoy pertenece a 117 Degrees, primer disco de Stradlin como artista en solitario, después de la separación de los Ju Ju Hounds (disco de los cuales, por cierto, escribí unas palabras aquí mismo). La canción es Gotta Say y para mi es una canción especial por varios motivos. A parte del obvio, que es una canción fantástica y muy disfrutable, es una de las pocas que llegué a chapurrear con la guitarra y, hoy mismo, he estado sacándomela con el ukelele.

Gotta Say es una de las canciones bonitas del disco. Aquí, Rick Richards, como siempre, pero aquí más, está pletórico. Es fantástico lo increíblemente bien que le complementa a Izzy el as de los Georgia Satellites. Y es tan sencilla y recuerda tanto a las delicias perdidas del Exile que es irresistible para el oído.

El disco: Izzy Stradlin - 117 Degrees

De Imelda May, del nuevo disco y de una aburrida reflexión



El otro día me topé con Imelda May en Barcelona. Ella estaba en la portada de una revista musical y yo, bueno, fuera de la portada de una revista musical, como es obvio. Parece que los periodistas aún no se han dado cuenta de la incansable y valiosa aportación que estoy haciendo a las artes desde este humilde y desordenado trastero que es este blog. No pasa nada, nadie es perfecto.

Pero volvamos al tema: Imelda May en la portada de una revista, y me crucé con ella. Ahora no sé si lo correcto es decir que me crucé con la revista o con la propia Imelda. Pero el caso es que mis ojos acabaron en ella y, como pasa en las grandes historias que empiezan de formas mil veces mejores, no la reconocí a la primera. Pero me resultaba muy familiar. 

Al final sí, veo más allá de la fotografía y lo leo: Imelda May. Y, como cuando uno se acuerda de casualidad de un amigo perdido de la infancia, se suceden varios momentos a la memoria, como si de diapositivas se tratasen: Johnny's Got a Boom Boom, Mayhem, la fantástica versión en directo de Train Kept A Rollin', decenas de canciones más, y darle las gracias a Dios con lágrimas en los ojos por lo maravillosamente perfecta que es Kentish Town Waltz

Imelda se hizo un lugar en mi corazón desde que me la recomendaron casi de casualidad. Y, de la misma manera, casi de casualidad, es 2017 y me vuelvo a encontrar con ella tres años después del fantástico disco que es Tribal, casi sin reconocerla. Y es que, ya lejos de su imagen de "chica mala" del rockabilly, Imelda aparece con una imagen muy diferente, de la que cualquiera diría que es "más madura". Y no voy a mojarme en ese aspecto porque esa afirmación implicaría varios juicios con los que, bueno... no me apetece implicarme ahora mismo. 

Recuerdo la primera vez que la vi (antes siquiera de escuchar una sola canción suya) que pensé que era una de las mujeres más hermosas que había visto en la vida. Luego ya pensé que era una de las voces más hermosas que había escuchado en la vida y aún hoy lo sigo pensando, y pienso lo mismo aún con ese cambio de imagen radical.

Sin embargo, no puedo evitar tener sentimientos encontrados con todo esto, y con todo esto que estoy escribiendo. Una cantante (y artista como la copa de un pino centenario) publica material nuevo después de varios años. Resulta que, circunstancialmente, ésta publicación va acompañada de un drástico cambio de imagen de la artista, que puede deberse o no a todo el asunto. Y lo que me da a mi por escribir es sobre lo guapa que es o lo guapa que deja de estar. Evidentemente, si me da por escribir sobre el nuevo disco o sobre cualquier otro ya me encargare yo de describir cómo uno es capaz de tocar el cielo cuando escucha la voz de Imelda. También diría que perdí la suerte de verla en directo pero que un buen amigo la vio y, a parte de tener una fuerza arrolladora en escenario, es una persona de lo más amable y afable. 

Y tendría mil cosas que decir sobre las canciones, las emociones e incluso los recuerdos personales que envuelven algunas de ellas. Pero aquí estoy, haciendo una especie de review de la semana de la moda, porque es lo primero que me ha venido a la mente  al verla (qué bella que sigue siendo). No quiero entrar en temas ideológicos, porque llevan a extremismos y éstos (de todo tipo) me cargan la cornamenta hasta la saciedad, pero ello no evita que el tema esté ahí y que me haga reflexionar y, de algún modo, sentirme raro.

En fin, también es cierto que tengo casi una hora de tren para aburrirme y, lo único que tengo ahora mismo es el recuerdo de una revista que he visto en una FNAC, así que tampoco me tomo muy a pecho. Me quedaré con esta suerte de alegría que es recuperar un artista perdido, que además te viene con un disco nuevo bajo la manga.




Con la cancioncita dejo: http://www.deezer.com/artist/146645 el sitio de Deezer de Imelda, en el que uno puede disfrutar de varios discos y más canciones maravillosas. 

In the Search of Everything

Hoy traigo lo nuevo de John Mayer.  No me refiero al disco entero, In The Search of Everything, sino a los dos EP que le han precedido a modo de promoción, In The Search of Everything 'Wave One' y 'Wave Two'.

Cada corto, con apenas quince minutos de duración, es un perfecto aperitivo de lo que es el largo, publicado no hace ni un mes. Esta selección del disco, es una maravilla y de alguna manera ha servido para "reconciliarme" con Mayer, al que, siendo sincero, nunca le he acabado de pillar el punto. No creo que sea por nada en especial. Simplemente, cosas que pasan.

Posiblemente le escriba unas palabras al disco en unos días. O no, quién sabe. Lo que puedo asegurar es que estas ocho canciones (gran parte del grueso de lo que ha acabado siendo el disco) me han dejado con ganas de más.


La Primera Ola empieza con Moving On and Getting Over, tema juguetón, lleno de soul y con un ritmillo por el que dejarse llevar. John Mayer aquí seduce elegante y pícaro. Changing le sigue al piano con un mensaje muy bonito y positivo y, para cuando entra la acústiva y el slide ya tienes un piso en La Gloria. Poquito a poco va creciendo hacia un solo de guitarra simple y muy melódico, suave y elegante.

Cuando te viene el estribillo de Love on the Weekend entiendes por qué es el single del disco. Es muy suave. No es de mis temas favoritos de esta selección, pero no puedo evitar disfrutarlo de todos modos. You're Gonna Live Forever in Me cierra con un silbidillo de lo más agradable, y Mayer solo con el piano haciendo una interpretación vocal deliciosa. Un cierre brillante para una muestra del Disco que, pese a lo corta que es, da la impresión de que no se le puede pedir más.

Es una suerte que haya más, ¿a que si?


Still Feel Like Your Man tiene un gustillo como ¿a disco?, ¿funky? Sí, es muy funky. Y soulful que te caes para atrás, con ese falsete que hace Mayer. Sea como sea, es un tema con un ritmo que personalmente me gusta mucho. Le sigue Helpless, tema más rockero pero con un trasfondo de soul sureño que se convierte en una delicia. John Mayer tiene alma. 

Emoji of a Wave es un tema al que le encuentro muchos sabores. Una pizquita de soul en varias oleadas folk (bendito estribillo, bendito Its just a wave..., bendito it breaks my heart... y una guitarra delicada que temes que vaya a romperse. No puedo evitar pensar en Beck al escuchar su canción, en especial en su disco Morning Phase

Roll it on Home me hace pensar en Gram Parsons. Y tengo debilidad por cualquier cosa que me haga pensar en Gram Parsons. Es mi punto flaco. Aquí Mayer ejecuta a la perfección un country rock muy animado. Desde el primer rasgueo y el primer slide de guitarra te eleva a un ánimo mucho más agradable y no decae hasta que termina.

Lamentablemente, es el cierre para estos dos cortos. Dos olas de lo más agradables y refrescantes. Las recomiendo ferozmente. A mí me han dejado ansioso por escuchar lo que queda.



He tardado dos semanas en escribir estos cuatro párrafos tontos y, como no podía ser de otra manera, he escuchado el disco entero. Es precioso. Delicioso, delicado, fantástico y un placer para los sentidos. Ya me estáis tardando.

Nadie sale vivo: de Thunder y breve reflexión sobre el rock duro.

¡Thunder han sacado disco y eso nos la pone dura! 

Voy a ser sincero: Thunder no es uno de mis grupos de cabecera. La mayoría de sus discos ni los he escuchado, no soy un die hard fan ni nada parecido, y del único disco que puedo recordar cosas es de su debut, Backstreet Symphony. Pero, joder, este disco me es más que suficiente para respetarlos, amarlos, y echar alguna que otra babilla de gozo.

Veréis, Backstreet Symphony tiene el -no sé si dudoso u honorable- honor de ser uno de los discos que me vendrán a la cabeza cuando alguien me pregunte, si ese día llega, cuáles son los discos que debería tener un grupo de referencia para grabar un cedé de hard rock. Los otros son el Appetite, Powerage, Generation Terrorists de los Manics, el debut de Beautiful Creatures, Electric y quizá añadiría Sonic Temple, Highway to Hell y Slide It In si me dan coba y me vengo arriba. 

Ver lo nuevo de Thunder y recordar su -para mí- perfecto debut, me hacen pensar muy fuerte que tengo varios sentimientos encontrados con esto del hard rock. Y por los discos que menciono, ver que hablo del hard rock de los ochenta y posterior. Vamos, que esstos "sentimientos encontrados" se refieren concretamente al hard rock de los ochenta (así como posteriores "revivals" y dinosaurios que, como Thunder, aún están vivos y siguen coleando).

Es curioso, porque este género me parece muy agradable a los sentidos, muy "appealing" si me permitís, pero reconozco que se tiene que tragar mucha paja para encontrar algo de grano. Y todo ello se debe en gran parte a la saturación del estilo en la época, gracias a la popularidad que tuvo. Joder, Bon Jovi eran unos mojabragas de cuidado. Y Kip Winger fue tratado más o menos como Justin Bieber allá en su época. Vamos, que cuando Van Halen, y Kiss, y Bon Jovi y sus madres pegaron muy fuerte en las braguetas de los jóvenes de la época salieron de las setas, como era de esperar, decenas de clones que, aunque agradables en la ejecución de la teoría, eran mediocres y parecía que les faltaba el alma, o "la chichilla" que los demás tuvieron.

Lo mejor de todo es que, aún y encontrándome con bandas con el mismo sonido, que hablan de los mismos temas, con estructuras similares en sus discos, líneas de bajo compartidas y que incluso comparten marca de laca y fijador para el pelo, las seguiré escuchando y me seguirán gustando. Es como el fan de Motörhead, o el de AC/DC, que se encuentran una vez por semana en la misma situación: "¿no he escuchado yo ésta canción en otro disco?".

No quiero ser cínico, es muy cierto que hay muchos diamantes descubiertos y por descubrir y que esto pasa con muchos otros géneros pero, al final, por mucho que te gusten las piedras y tengas una cantera, me reconocerás que te acuerdas más del mármol que has encontrado que de esas bonitas y arenosas piedras.

En fin, si no teníais un motivo para celebrar el día de hoy: Thunder sacaron un disco nuevo hace tan poco que aún lo puedes notar caliente. Y si no tienes ganas, o no te apetece escucharlo, al menos aprecia alguna pieza de arte que os haga feliz.

¿Yo? Ya me he puesto frente al espejo sin camiseta.

Oh! Dulce nada

Estaba a punto de ponerme a escribir sobre Electric, de los Cult, y me llega por las ondas, o las redes, o quien sea que traiga las cosas, esta maravilla.

   

 En fin, un "quién es quién" de la música buena y de las cosas bonitas. Pero lo mejor de todo es lo que el autor escribe en la descripción de su vídeo:
Sorry for not cropping the bopping heads, guys. I was trying to be be conscious of the folks behind me by keeping my phone at eye level so as not to be a distraction.
Creo que en esto se reduce todo. De vivir, de construir, de "hacer la de uno", sin ser un obstáculo para los demás. Y si se puede ayudar, mejor que mejor.

Esta canción, original de la Velvet Underground, es posiblemente una de mis canciones favoritas. Pero favoritas ever. Es cómo encontrarse caminando por un campo de flores, acariciándolas con las yemas de los dedos y, de repente, darse cuenta de que son ellas las que te acarician a ti. Ya me tocó el corazón en aquél lejano 2009 (¿o fue el 10?) y, desde entonces, se ha quedado.

Como la cita de ese héroe anónimo que nos regala esta maravilla.

En fin, sólo quería soltar esto. Me vuelvo a mis asuntos.

Holy Ghost


El disco que traigo hoy tiene un pequeño rinconcito en mi corazón por varias razones. Primero, por ser mi disco favorito de mi guitarrista favorito de mi grupo favorito; segundo, por ser uno de los que, personalmente, considero mejores discos de 2014 y, tercero, por el recital que dio Marc Ford en Barcelona ese mismo año. Concierto que, lamentablemente, me perdí. En 2015 tuve la ocasión quitarme una pequeña astilla de la espina que tengo aún clavada viendo al Hermanísimo Rich Robinson en un recital acústico que me llenó el alma de mariposas, y el noviembre pasado tuve la ocasión de ver a M-Clan presentar el mejor disco que han parido los de Murcia desde Para No Ver el Final, en un concierto en el que se me cayeron las lágrimas. Literal.

Holy Ghost, el que nos trae hoy aquí, es un disco de canciones hechas con el corazón. Se nota desde en las letras hasta la música, pasando por los arreglos y todas aquellas pequeñas cosas a veces imperceptibles, pero que están ahí y se marcan detalles que te hacen sonreír para tus adentros, y pensar que estás con un disco que te puede acompañar y mecer en un momento de necesidad. 

Yo, personalmente, no le pido nada más a un disco. Se nota precisamente en esto, en los detalles, que la banda que escogió Marc Ford para grabar este disco en el estudio tiene una sensibilidad especial para este tipo de canciones. La banda se llama Phantom Limb y te la recomiendo sin dudarlo. Es uno de los aspectos que creo marcan la diferencia en este disco.

El tono del disco gira en torno al rock suave de raíces, y la música americana de esa que nos gusta tanto. If I'd Waited inicia el disco casi a capella, un tema de menos de un minuto que catapulta Blue Sky, country rock bonito, bello y delicioso que casi te hace bailar y luego te hunde casi sin darte cuenta en un segmento más profundo de las raíces con Dancing Shoes, y te trae un tema lento con un banjo y steel guitar y unas melodías vocales que hacen que se separen las nubes de tormenta. ¿He dicho ya que este disco lo tiene todo?


Otros detalles bonitos del disco son lo mucho que se parece You Know What I Mean a Honey I've Been Thinking About You de Jackie Greene, y a una canción de Bruce Springsteen que ahora no recuerdo; lo optimista que suena I'm Free; lo dulce y melosa que es Just a Girl y el pedal steel cubriendo el suelo con las lágrimas de felicidad del que escribe. ¿Acaso no he dicho que este disco tiene todo lo que puedo desear?

Pero no todo es esto, también hay cortes desgarradores que contrastan con toda la luz de este largo. Tenemos Badge Of Descension, guitarras lúgubres que te oprimen el corazón al compás de un tempo pesado, y te lleva a un estribillo que se hace suave y hasta delicado. Se trata de un estribillo por el que sufres y no quieres que se rompa, pero que luego te lleva otra vez al inicio todo vuelve a empezar. 

Los solos de Marc Ford, antaño cercanos al blues rock y de los Zeppelin más cañeros, tenían un tipo de elegancia especial latente que, bajo el nuevo contexto que nos presenta, sale a relucir de una forma deliciosa. Menos es más, amigos. Este disco no es para los grandes solos de guitarra, pero sí para pequeños momentos de elegancia a las seis cuerdas. Digo esto por la maravilla que es el solo de Dream #26, conducido por un pedal steel que te hace suspirar de lo bonito que lo hace todo.

Canciones bonitas, canciones bonitas. Si mi casa ardiera y tuviese que llevarme solo un tema me quedaría con Call Me Faithful, tema redentor y desesperado que te parte el alma. ¡Y es la que cierra el disco! 

Qué mejor que cerrar un disco bonito llorando por lo bonita que es la belleza que lo envuelve y sale de dentro de sus entrañas.