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Beggars Banquet

Allá por 1968 los Rolling Stones salían de un período complicado. Nada que no se volvería a ver más adelante, pero las redadas, el grillete fiscal de Su Majestad la Hacienda Británica y la mala prensa de los sectores más conservadores de la sociedad hicieron de 1967 un año duro de roer.

En lo musical la cosa fue muy distinta. Si bien es cierto que tenemos ese inconsistente experimento psicodélico que es Their Satanic Majesties Request y un acercamiento a la música pop que podía interpretarse como forzado o comercial, la verdad no se puede negar: el grupo estaba metido en una excelente espiral creativa. Todo empezaría en 1966, mostrando en Aftermath unos Stones hambrientos de nuevos sonidos e influencias, pero sin perder la luz del faro del blues, que había iluminado la concepción y la revolución de los ingleses. Curiosamente fue Brian Jones, antaño purista talibán del blues del Mississipi, quien viera un cambio más extremo durante esos meses, experimentando con toda clase de instrumentos del mundo y aportando nuevos sonidos y sabores a las composiciones del grupo. Sin olvidar a Jagger y a Richards, el primero encontrando a golpe de cadera su espacio como uno de los frontman más carismáticos del show business, y Richards erigiéndose como un compositor con todas las de la ley, experimentando con sonidos y afinaciones abiertas de guitarra que le han hecho inmortal para la Historia. Además, por supuesto, la dupla de estos dos fenómenos consolidándose como la fuerza compositiva monopólica en la banda. Y, como siempre, Bill Wyman y Charlie Watts seguían siendo la base rítmica más sólida y elegante que ha parido Madre Tierra.

Los primeros meses de 1968 el grupo lo pasaría trabajando en nuevo material. También fue el inicio de la colaboración del grupo con el productor Jim Miller, con quien trabajarían desde entonces hasta 1972. De estos años salieron los que, honestamente, considero los mejores discos de los Rolling Stones: Exile On Main St., Sticky Fingers, Let It Bleed y Beggars Banquet, el que nos trae hoy aquí. Todos estos discos serían una vuelta a las raíces del blues y del country, pero con la interpretación personal de unos Stones que por aquél entonces no tenían suficiente con los purismos.

El primer fruto de esa colaboración fue Jumpin' Jack Flash, canción lanzada como sencillo en mayo. Después de todo el ácido, de dejarse llevar por las corrientes pop y psicodélicas que les llevarían a discos como Between the Buttons o Their Satanic Majesties Request, algo mínimamente alejado del pop o la psicodelia haría las delicias de los fanáticos más puristas. Y este tema realmente lo fue. Uno de los riffs de guitarra más reconocibles de la historia, que arranca un blues frenético y vicioso de guitarras superpuestas; un jugueteo de Richards con diferentes afinaciones abiertas en guitarra acústica, una de las muestras de lo que sería capaz de conseguir experimentando. Se publicó un vídeo para promocionar la canción; la simple imagen de Mick Jagger con las pinturas de guerra lo decía todo: lejos quedaba la psicodelia, las chorreras y los trajes de fantasía y colores, era el tiempo de volver a las raíces.
Los próximos meses se dedicarían a la grabación y producción Beggars Banquet. Las sesiones para ese álbum fueron muy fructíferas, a pesar de la falta de Brian Jones en el estudio. Por aquel entonces sus problemas emocionales y con las drogas eran ya insostenibles, presentándose en una de cada muchas sesiones de grabación con ideas muchas veces irrelevantes para lo que se estaba haciendo en ese momento. Eso no le impidió estar presente en el varias canciones del álbum, aunque prácticamente todas las guitarras quedarían a cargo de Keith Richards, quien se echó gran parte del peso de la composición de la música a sus espaldas.

En aquel entonces los Rolling Stones ya eran una de las bandas más importantes del mundo, pero lo cierto es que su mejor material estaba aún por componer. Y, para muchos, entre los que me incluyo honestamente, este disco es del mejor material que han publicado los Rolling Stones.

Beggars Banquet empieza nada menos que con Mick Jagger poniéndose en la piel y traje de Satanás. El Diablo es el protagonista en Sympathy for the Devil y, a ritmo de samba, repasa algunos de los episodios más funestos de la Historia, desde la condena y las dudas de Jesús hasta el Holocausto. Sin embargo, nuestro protagonista se presenta como un hombre de gusto y bien posicionado, no como la bestia vípera y viciosa del imaginario clásico. Mucho inspiraría esta imagen de Lucifer, presentándolo como un hombre de negocios bien vestido, pero manipulador y sádico. Y ni tan equivocado estaba Mick Jagger cuando afirmaba que todos los males de la humanidad los cometemos nosotros, pese a que nos guste adjudicarlo al lado con cuernos y tridente de la balanza del bien y el mal. Hablando de cosas afiladas, el solo de Keith Richards es uno de los momentos más inspirados del disco, apareciendo de la nada para acuchillar el ritmo sambeño de la canción, llevado a la perfección por las congas y la percusión y el piano del inigualable Nicky Hopkins. Sin mencionar los ya inmortales coros que sazonan gran parte de la canción.

Le sigue No Expectations, un blues que emula las melodías y las imágenes melancólicas del bluesman Robert Johnson y, como un buen blues, No Expectations habla sobre sentirse tirado. Jagger pide que le lleven a una estación y que le metan en un tren, que ya no tiene expectativas para mucho. Obviamente se trata una balada de desamor; como reza en una de sus últimas estrofas: our love is like our music, it's here and then it's gone

Veo necesario para hacer un alto para hablar de Brian Jones ya que este tema fue el espacio para uno de los últimos momentos de genialidad del músico inglés. Sus problemas de salud y sus adiciones ya habían hecho mella en el frágil joven, volviéndolo paranoico, cosa que haría que se perdiese gran parte de las sesiones de grabación para el álbum. Habría algún breve episodio de esperanza, involucrándose en proyectos que le ilusionaban, como la producción en Marruecos de Brian Jones Presents the Pipes of Pan at Joujouka, pero el tiempo acabaría dejando claro que no tendría remedio. 

Según Mick Jagger, la guitarra slide de No Expectations fue la última vez que vio a Jones realmente involucrado en algo que valiese la pena hacer. Es triste, pero posiblemente es más que cierto. Su guitarra en este tema es una de las últimas grandes contribuciones de Brian para la música de los Stones. Las harmonías metálicas del slide son tan elegantes y melancólicas que duelen, pero casan a la perfección con el piano y la base acústica, acordes abiertos de Richards que siguen una progresión similar a You Can't Always Get What You Want. El canto de Mick Jagger es emotivo y sentido y, pese a conocerle, resulta más que creíble que el protagonista de la canción tiene el corazón realmente roto.
Dear Doctor, por otra parte, pone un broche cómico después de semejante balada. El protagonista de la canción es un joven desesperado con dolor donde debiera estar el corazón. Le llora al doctor y a su madre para que le libren de la pena. El motivo de su llanto es que la chica con la que se tiene que casar es "una cerda patizamba" (oh the gal I'm to marry is a bow-legged sow). Ni el bourbon que le sirve su madre, determinada a celebrar el enlace en la hora acordada, consigue calmar a nuestro saco de nervios, que va sintiéndose peor y peor a medida que pasan las horas. Y no es pequeña la sorpresa cuando encuentra una nota en la chaqueta; es para saltársele el corazón por la boca: la nota es de su prometida y, en ella, se lee que siente hacerle daño, que no tiene valor para decirle a la cara que está en Virginia con su primo Lou (el de él, no el de ella). Obviamente, hoy no habrá boda. 

Si Beggars Banquet supuso una inmersión casi perfecta de los Stones a la música country, en gran parte fue por faltas de respeto al género como ésta. Bebiendo inspiración de lo más profundo y endogámico de la cultura redneck y la música honky tonk, este tema es un country blues acústico que roza la parodia, incluso llegando Jagger a imitar el acento sureño en tono burlesco. Sin embargo, está perfectamente ejecutado y las guitarras casan deliciosamente con la armónica, acechante desde las sombras. Parachute Woman aparece a continuación, directa desde el Delta del Mississipi. Un blues crudo y sexual en el que Jagger ofrece a una mujer paracaidista aterrizar encima de él para satisfacer todas sus necesidades. De guitarras juguetonas, slide de Brian Jones incluido, se les une Jagger a la armónica en un cierre genial.

Después de Parachute Woman sigue Jigsaw Puzzle, a la que muchos han comparado con el trabajo de Dylan a mediados de los 60. Tanto si es una inspiración real o no, es una buena muestra de lo larga que fue ( y sigue siendo) la sombra de His Bobness en la música popular. Una letra compleja, de imágenes de marginados, pensionistas y forajidos que rozan el esperpento. Incluso Jagger se permite un divertido guiño a los miembros del grupo (Oh the singer, looks angry at being thrown at the lions; and the bass player, he looks nervous about the girls outside; and the drumer, he's so shattered trying to keep in time; and the guitar players look damaged, they've been outcasts all of their lives). Parachute Woman es un blues acústico adornado con slide guitar, de la mano de Keith Richards, y el piano de Nicky Hopkins, que juguetea con la guitarra, mientras Brian Jones aporta con el melotron.

Un par de meses después, en Febrero de 1969 MC5 publicarían Kick Out The Jams. En él, uno de los mejores discos en directo que se pueden escuchar, la grabación inicia con un speech de Rob Tyner invitando a la gente a salir a la calle y ser "parte de la solución" y no del "problema". Eran tiempos convulsos; el Verano del Amor veía sus primeras hojas marchitas y los jóvenes seguían muriendo con la cara contra el barro. Y las protestas y la revolución llegó a ojos de titanes como los Beatles y los Stones. Sin embargo, mientras que grupos como MC5 se posicionaron claramente a favor de rebelarse y salir a la calle, los Beatles eran conscientes de la revuelta pero no la terminaban de ver con buenos ojos, sobretodo cuando la cosa llevaba a las calles: pero cuando hables de destrucción, puedes dejarme fuera, chillaba John Lennon en el Álbm Blanco de los de Liverpool.

No veo muy diferente Street Fighting Man de el enfoque de Revolution de los Beatles. Mick Jagger es muy descriptivo con las revueltas estudiantiles de Francia de ese año, la situación en Estados Unidos por la Guerra de Vietnam y lo apacible que parece Londres en comparación. Sin embargo, pese a ser una de las canciones más politizadas del grupo, no parece posicionarse realmente, aunque la sociedad y la historia le hayan dado un mayor significado en ese sentido. La canción, eso sí, es un auténtico vendaval sonoro. Un simple rasgueo de San Richards con dos guitarras acústicas superpuestas y un ritmo contundente son suficientes para volar cabezas. Brian Jones toca el sitar, mientras que Nicky Hopkins se encarga del piano y, curiosamente, Richards grabó el bajo debido a indisposición de Bill Wyman.
Aunque en un inicio no fue acreditada correctamente, Prodigal Son es una composición original del bluesman (posteriormente Reverendo) Robert Wilkins. Un blues del delta crudo y arisco sobre un chico que huye de la familia con todo lo que ésta tiene y vuelve escocido a casa después de ser masticado por la vida. Le sigue la que posiblemente es la canción más polémica del disco. Stray Cat Blues trata sobre un hombre que fantasea con mantener relaciones sexuales con una groupie menor de edad. El protagonista no parece tener conflicto con ello, llegando a incitar a la chiquilla (e invitando a una amiga aún más traviesa que ella) diciéndole que no se preocupe, que no es un animal descerebrado. Incluso la letra se atreve a decir que no es un crimen capital, no es nada por lo que uno merezca ser colgado. Por mucho menos hoy día arde asfalto. Pero lo que realmente es un delito es lo inadvertida que ha pasado esta canción en la historia de los Stones. Amén de ser una canción viciosa como ella sola, es una primera muestra del excelente trabajo que haría Jim Miller durante sus años como productor del grupo: un tema eminentemente eléctrico que se enrosca y se engancha como pegamento. Es una canción que recuerda mucho a otras como Midnight Rambler o Can't You Hear Me Knocking.

Factory Girl pone un contrapunto reposado antes de acabar con el disco. El punteo inicial indica que se trata de un tema folk y la percusión y la mandolina lo confirman dulce y sencillamente. Recuerda mucho a las maravillas que harían Led Zeppelin en su III o algunos pasajes de Physical Graffiti. Lo cierto es que, le guste a uno la música folk o no, Factory Girl es un tema delicioso que endulza fácilmente lo más amargo y lascivo del disco. 

Llegamos al final.

Keith Richards ha demostrado con los años que tiene una mano derecha prodigiosa cuando se trata de rasguear acordes. Esa habilidad le viene al pelo a la curiosidad que siempre ha tenido por diferentes afinaciones de guitarra. Salt of the Earth es una muestra excelente de ello, y también es la canción que finaliza Beggars Banquet.

En The Dirt, la biografía de Mötley Crüe, se cuenta que, en uno de sus procesos de desintoxicación conjunta, el grupo se sentaba alrededor de una guitarra a cantar You Can't Always Get What You Want y a llorar juntos. Si bien la canción que cierra Let It Bleed es la catarsis redentiva perfecta y el tema que de ha ganado el cariño de la historia, Salt of the Earth no tiene menos mérito. Es el propio Richards el que, junto a su rasgueo de guitarra, se encarga de cantar los primeros versos en un disco de los Rolling Stones. Y se estrena con un tema precioso sobre la clase trabajadora, "la sal de la tierra".

Brian Jones no participa en éste tema, ni falta que hace. Tristemente, pocos meses le quedarían de vida y su situación de entonces provocaría que se perdiese uno de los temas más memorables de toda la discografía de los Rolling Stones. Mientras el rasgueo metálico de Richards aún está desnudo, entra lo que parece una guitarra slide o una de pedal, que acompañará en las sombras durante toda la canción. Keef se encarga de cantar los primeros versos, y luego comparte la tarea con Mick Jagger, brindándole a las gentes de bien y trabajadoras. En éstas se mete Nicky Hopkins con el piano, juguetón y contundente, y se les unen Wyman y Watts al estribillo, en una conjunción perfecta de buen gusto. En la grabación también colabora el Watts Street Gospel Choir y te das cuenta que toda la canción ha sido una celebración, que roza lo religioso, de todo lo sencillo y bueno que hay en las personas, de esa humanidad que parece que estemos perdiendo.

Si tuviese que encontrarle una pega a este disco, quizá me quedaría con el hecho de que ya no podré escucharlo con la inocencia de la primera vez. Sin embargo con cada escucha es posible detectar un detalle, un matiz o, como con todo en esta vida, escuchar esta maravilla desde otra perspectiva. Me doy por satisfecho con eso y con poder compartirlo con todos ustedes.

Salud.

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