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Hot Rockin

Me acabo de apuntar al gimnasio. El gym, La Última Frontera.

Que sí, que sí, que va en serio. Tengo la pulserita y todo.

En realidad lo que he hecho ha sido apuntarme a la piscina del pueblo, con la mala pata que la piscina del pueblo es a la vez gimnasio, spa, pistas de pádel, y una sala con una especie de cuerdas que me han dicho que están muy de moda, que ni conocía y que me aspen si recuerdo para qué diablos sirven.

Me he apuntado porque un colegiado médico de lo más cachondo mental me ha recomendado que nade, para fortalecer la espalda (no puede ser que teniendo veinticinco años tenga achaques de octogenario). Es por eso que la idea será limitar mis visitas a la piscina, pero es inevitable que tenga una sensación extraña en el estómago.

Ya al acercarme a la puerta las imágenes venían a la mente: la sensación de ser un niño (más enclenque que todo lo contrario) e intentar pasar desapercibido en el vestuario, la escena de El Señor de las Moscas donde Piggy muere, o aquélla vez que empezamos la fiesta bebiendo litronas a las puertas de las pistas de pádel y juré que nunca jamás pondría mis pies ahí. 

Mira que me he visto todas las pelis de Rocky, incluso alguna vez creo que he llegado a sudar, pero no sé qué esperar. En esencia, todo lo que sé sobre los gimnasios lo he aprendido del videoclip de Hot Rockin. En realidad, todo lo que sé sobre masculinidad lo he aprendido de los videoclips de Judas Priest. Es por eso que todo lo que tenga que ver con la idea occidental de la hombría me parece más raro que um perro verde. 

Rezad por mí, os lo suplico.

He Won't Go - Adele

No, no me he vuelto loco. Más, digo. Adele siempre ha sido una de mis asignaturas pendientes, y ya sabéis lo que dicen: sólo hace falta un pequeño empujón para... bueno, para caerse de un precipicio. Un precipicio que es evidentemente metafórico; con lo bajo de forma que me han dejado las vacaciones, con tan solo tropezarme con una farola creo que necesitaría tomar suero con una pajita para comer y, evidentemente no tendría los dedos finos para teclear.

Bueno, el tema.

Que Adele tiene un chorro de voz no es algo que me venga de nuevas. Aún recuerdo, con mucho cariño, esas tardes universitarias en mi casa tocando el bajo en mi casa. Uno de los temas recurrentes al principio era Rolling in the Deep. Línea de bajo nada compleja, perfecta para un principiante que, en realidad nunca dejaría de serlo. Debo reconocer que mientras me peleaba por coordinar los dedos de una mano y los dedos de otra no podía evitar tener algún que otro escalofrío en la columna. No con tanto cariño, sin embargo, recuerdo el bombardeo constante de ésta canción en prácticamente todas partes allá por 2011. Mis intereses musicales por aquél entonces estaban tan unidos a la diva inglesa como el agua y el aceite, y la relación se quedó en esa simple línea de bajo.

Todo ello hasta ayer mismo. El pequeño empujón y 21. Esta mañana ha caído 19 en el tren. Qué par de discos, sinceramente. Si tuviese que quedarme con uno, ahora personalmente escogería 19, el primer disco de la cantante, publicado antes de ser el fenómeno mundial que es ahora. 21 está repleto de cosas fantásticas y bebe directamente de la teta de influencias que amo profundamente, pero 19, con tan solo una escucha me parece un disco más directo. Por decirlo de alguna manera, más orgánico. No se me malinterprete, la escucha del segundo disco de Adele es casi tan sencilla y natural como respirar, y se disfruta igual de fácil, porque es dulce, fuerte e intenso, y meloso sin llegar a ser empalagoso. 

Precisamente, la canción que traigo hoy pertenece a este segundo disco. Fue una grata sorpresa, porque no esperaba encontrarme con un tema como He Won't Go. No puedo evitar pensar en beats de trip hop tan orgánicos que me recuerdan a los de Portishead, sin llegar a ser tan densos y oscuros. Perfectamente natural.

El piano entra, y se me va toda ilusión de encontrar algo electrónico -en qué diablos estaría pensando, es totalmente raw- y luego Adele le da alma y vida y crudeza a la canción. El bajo da profundidad a los ritmos y cuando el puente acerca el estribillo, la intensidad crece y, de repente, otra vez el verso. Se hace corto pero es como una explosión de soul, de música de esa que tanto me gusta y que tan bien me hace sentir. Esta fórmula se vuelve a repetir y la canción la encuentro sencillamente redonda.

Adele, vocalmente, está más comedida en este tema que en otros, pero no puedo evitar tener la piel un poco de gallina al escucharla, y tampoco es como si necesitase otra cosa. Está perfecta. Y espero que la disfrutéis y os guste tanto como a mí.