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Holy Ghost


El disco que traigo hoy tiene un pequeño rinconcito en mi corazón por varias razones. Primero, por ser mi disco favorito de mi guitarrista favorito de mi grupo favorito; segundo, por ser uno de los que, personalmente, considero mejores discos de 2014 y, tercero, por el recital que dio Marc Ford en Barcelona ese mismo año. Concierto que, lamentablemente, me perdí. En 2015 tuve la ocasión quitarme una pequeña astilla de la espina que tengo aún clavada viendo al Hermanísimo Rich Robinson en un recital acústico que me llenó el alma de mariposas, y el noviembre pasado tuve la ocasión de ver a M-Clan presentar el mejor disco que han parido los de Murcia desde Para No Ver el Final, en un concierto en el que se me cayeron las lágrimas. Literal.

Holy Ghost, el que nos trae hoy aquí, es un disco de canciones hechas con el corazón. Se nota desde en las letras hasta la música, pasando por los arreglos y todas aquellas pequeñas cosas a veces imperceptibles, pero que están ahí y se marcan detalles que te hacen sonreír para tus adentros, y pensar que estás con un disco que te puede acompañar y mecer en un momento de necesidad. 

Yo, personalmente, no le pido nada más a un disco. Se nota precisamente en esto, en los detalles, que la banda que escogió Marc Ford para grabar este disco en el estudio tiene una sensibilidad especial para este tipo de canciones. La banda se llama Phantom Limb y te la recomiendo sin dudarlo. Es uno de los aspectos que creo marcan la diferencia en este disco.

El tono del disco gira en torno al rock suave de raíces, y la música americana de esa que nos gusta tanto. If I'd Waited inicia el disco casi a capella, un tema de menos de un minuto que catapulta Blue Sky, country rock bonito, bello y delicioso que casi te hace bailar y luego te hunde casi sin darte cuenta en un segmento más profundo de las raíces con Dancing Shoes, y te trae un tema lento con un banjo y steel guitar y unas melodías vocales que hacen que se separen las nubes de tormenta. ¿He dicho ya que este disco lo tiene todo?


Otros detalles bonitos del disco son lo mucho que se parece You Know What I Mean a Honey I've Been Thinking About You de Jackie Greene, y a una canción de Bruce Springsteen que ahora no recuerdo; lo optimista que suena I'm Free; lo dulce y melosa que es Just a Girl y el pedal steel cubriendo el suelo con las lágrimas de felicidad del que escribe. ¿Acaso no he dicho que este disco tiene todo lo que puedo desear?

Pero no todo es esto, también hay cortes desgarradores que contrastan con toda la luz de este largo. Tenemos Badge Of Descension, guitarras lúgubres que te oprimen el corazón al compás de un tempo pesado, y te lleva a un estribillo que se hace suave y hasta delicado. Se trata de un estribillo por el que sufres y no quieres que se rompa, pero que luego te lleva otra vez al inicio todo vuelve a empezar. 

Los solos de Marc Ford, antaño cercanos al blues rock y de los Zeppelin más cañeros, tenían un tipo de elegancia especial latente que, bajo el nuevo contexto que nos presenta, sale a relucir de una forma deliciosa. Menos es más, amigos. Este disco no es para los grandes solos de guitarra, pero sí para pequeños momentos de elegancia a las seis cuerdas. Digo esto por la maravilla que es el solo de Dream #26, conducido por un pedal steel que te hace suspirar de lo bonito que lo hace todo.

Canciones bonitas, canciones bonitas. Si mi casa ardiera y tuviese que llevarme solo un tema me quedaría con Call Me Faithful, tema redentor y desesperado que te parte el alma. ¡Y es la que cierra el disco! 

Qué mejor que cerrar un disco bonito llorando por lo bonita que es la belleza que lo envuelve y sale de dentro de sus entrañas.

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